Arroyos y sierras: Ayuntamiento de Jerez - Página oficial

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Arroyos

Los  seis arroyos afluentes, cuatro de ellos del Guadalete y dos del Majaceite, constituyen los más importantes de nuestro término. Con una problemática que abarca desde la denudación vegetativa de sus márgenes al de vertidos incontrolados procedentes de caseríos y poblaciones rurales, su protección es esencial para afrontar las fuertes presiones que soportan, con procesos erosivos graves y acción antrópica, es decir, causada por el hombre,  negativa. Cinco de ellos recorren la campiña, por lo que tienen una fuerte incidencia sobre el modelado del paisaje.

Cada arroyo suele llevar asociado su propio bosque de ribera, con las características especificadas en el párrafo anterior.

Sistemas Forestales:

El paisaje de vegetación actual es fruto de una serie de acontecimientos tanto naturales como antrópicos. Pero es la influencia humana la que ha causado las mayores variaciones en el uso del territorio y ha modificado poco a poco el paisaje, fragmentándolo. Esto es debido a sus necesidades para establecerse en un lugar: la creación de una población, la transformación del terreno para su uso productivo agrícola y ganadero, y la creación de infraestructuras para el desplazamiento o el abastecimiento. De ellos, el desarrollo de la agricultura quizás haya sido uno de los factores más perjudiciales para el medio natural. De esta forma, la campiña ha sido testigo de la disminución de los bosques y praderas que antaño la caracterizaban. Actualmente, en ella se observan grandes extensiones de cultivos, poblaciones, carreteras, dehesas, además de pequeños restos de vegetación natural y bosquetes.

Así pues, estos fragmentos de vegetación que, por uno u otro motivo, no han sido eliminados y que han quedado rodeados de un medio hostil, constituyen lo que llamamos bosques-isla. En la zona de estudio, existe una gran variación en el tipo de formaciones de los bosques, así encontramos: pinares, alcornocales, acebuchares y bosque mixto. Se sitúan de forma muy dispersa, en toda la extensión formando pequeñas masas de bosque, unos totalmente aislados y otros más cercanos entre sí. Estos ecosistemas albergan en su interior las condiciones necesarias para la supervivencia de especies animales y vegetales, actuando como verdaderos refugios. A demás, se convierten en candidatos ideales para funcionar como corredores naturales, junto con los bosques de ribera, que permitan los desplazamientos de las especies entre los distintos espacios naturales. Por otro lado, su conservación aporta también una serie de importantes beneficios: alimentan al ganado, aportan corcho, leña y frutos (espárragos, piñas, etc.), en ellos se realiza también actividades como la apicultura, protegen a los cultivos frente al viento, evitan la erosión y minimizan los efectos de la desertificación. De esta forma, al retener el agua de lluvia, estos bosques también disminuyen la pérdida de suelo y evitan su arrastre, que además de ocasionar efectos perjudiciales sobre los propios cultivos podría suponer la contaminación de las aguas superficiales por el arrastre de todo tipo de productos fitosanitarios utilizados en agricultura. El agua retenida por la vegetación, a su vez se infiltra en el subsuelo y puede actuar, por tanto, como fuente de recarga de los acuíferos. Además de estos valores, cabe destacar su importancia desde el punto de vista paisajístico y cultural, ya que, por un lado, suponen una diversificación del paisaje eminentemente agrícola como es el de la campiña y, por otro, son vestigios de las relaciones del hombre con su entorno. 

Calificados como de Especial Protección Compatible, se componen de formaciones adehesadas de Quercíneas o de Acebuche, situadas en la campiña y valle del Guadalete, que son testigos de las formaciones que en un pasado no muy lejano ocupaban este territorio. Están en abierta regresión debido a los desmontes y descepes continuos realizados para poner en cultivo estas tierras. La roturación en la dehesa, los cultivos agroindustriales, las actividades extractivas, son amenazas tan graves como para declarar la protección de estos espacios.

Complejos Serranos

Abarca la Sierra de la Sal, Las Cabras, San Cristóbal, Poyales, Del Valle, Gibalbín, Dos Hermanas, La Cuna y La Dehesilla. Son aquellas Sierras del término que no están incluidas en la Unidad del Aljibe y que presentan una relevancia ostensible en el paisaje. Todas disponen de una vegetación notable de carácter mediterráneo, salvo la Sierra de San Cristóbal, horadada por actividades extractivas y otras ligadas a actuaciones militares. Algunas albergan fauna especialmente protegida y especies múltiples de animales. Varias de ellas suponen un espacio de transición entre la campiña y vega del Guadalete y la Sierra del Aljibe (La Sal, Las Cabras, Poyales, Dos Hermanas, Del Valle) y otra, como la de Gibalbín, es la única en un amplio radio alrededor de la campiña, lo que refuerza su impacto paisajístico.

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